No estoy de acuerdo cuando hablamos de los problemas de accesibilidad y movilidad reducida, circunscritos solo a personas con alguna minusvalía física. Creo haber manifestado mi opinión en diversas ocasiones: todos somos potenciales sufridores activos de las múltiples barreras arquitectónicas que nos encontramos donde vivimos, ved si no:
Alguien se ha roto una pierna y se la enyesan, necesita andar con dos muletas, ¿no?.
Papa o mama salen a pasear con su bebé, éste por supuesto en su cochecito. Si son gemelos el cochecito se convierte en un monovolumen.
Salir de compras con un carrito no es cosa rara, y cada vez parece más una mudanza que a otra cosa.
Fijaros, aún no he mencionado a nadie que vaya por la calle con una silla de ruedas pero, en todos los casos descritos también nos hará falta espacio para pasar, para girar, rampas de acceso y barandillas.
Como veis, en cualquier momento podemos ser “clientes” de estos espacios. Por unos, por otros y para todos, debemos tomar conciencia de los pueblos y las ciudades que queremos. Vivir en unos u otros, es decir el continente es una opción de vida, el contenido casi siempre una imposición…
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